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Contino Viña del Olivo

Contino tiene una rara virtud: es una de las marcas con más “recall” de nuestro país, de las que están en la memoria del gran público aún no siendo un vino comercial, que a la vez es capaz de ser cosas distintas para distintas personas. Es parte de nuestra “memoria enológica colectiva” y es el mejor testigo de la transición de nuestro país.

Viñedos del Contino es quizás hoy uno de los mejores y más equilibrados exponentes de nuestra transición hacia lo que los extranjeros denominan la “nueva España vinícola”, una bodega que ha sabido interpretar y adelantarse, con gran visión, a los cambios y a la evolución social y económica de nuestro país en los últimos 30 años. Seguir la evolución de Contino, es seguir la historia y cambio de nuestro país.

Nacida en 1974 en los albores de la transición política, Contino ha sabido realizar mejor que nadie la “transición” enológica acontecida en este sector, respetando y a la vez apalancándose en los valores “clásicos” de Rioja y adelantándose, sin estridencias, a las nuevas tendencias de modernidad y progresismo. Contino ha sido una bodega adelantada a su tiempo y gracias a ello ha conseguido algo muy difícil: elaborar vinos sutiles, capaces de ser clásicos para algunos y modernos para otros, y que para todos son verdaderos valores sin riesgo. Como los grandes artistas, son vinos que han sabido interpretar en clave actual las grandezas del clasicismo.

La progresión de Contino ha sido continua. En los ’80, en lo que podríamos llamar la su “primera derivada”, Contino supuso una bocanada de aire fresco y renovador en una zona como Rioja, inmersa en el más fundamental clasicismo, adelantándose y marcando la dirección de evolución hacia la modernidad, con un estilo de vino con más cuerpo, más estructura y más fuerza, algo apartado de los cánones del momento en la zona. Fue una provocación que obligó a reflexionar, a pensar. Como las grandes obras artísticas, supuso en cierto modo una transgresión, una derivada del propio “establishment” vinícola que marcó un antes y un después, un vino moderno que hoy es ya un clásico.

En los ’90 vino la “segunda derivada” de esta particular transición. Una vez asentado el estilo “neoclásico” de los ochenta, de nuevo, con fuerzas renovadas y adelantándose y marcando tendencia, sin rupturas, se renueva desmultiplicando su gama de vinos en clave de terruño y variedades: nacen dos vinos muy personales, el Viña del Olivo y el Graciano. El Contino, reserva y crianza, se especializa, se desmultiplica gracias a un enfoque y análisis metódico y exhaustivo de lo básico, de su activo “subyacente”: su espectacular viñedo, sus parcelas, sus variedades, y su continuo estudio y análisis, parcela por parcela. Esta segunda derivada, sobre la base de modernidad de la primera, saca a relucir las posibilidades de un viñedo y un plan, un plan para obtener vinos todavía más personales, más específicos, con discursos más concretos, más sutiles. Se pasa de la elaboración de un gran vino, a la especialización de una gama de vinos más amplia y más compleja. Esto, es lo que hoy todo el mundo busca.

El viñedo y su gestión por parcelas son el nuevo rey. Las 62 hectáreas de viñedo de esta bodega, situada en una de las fincas más singulares y bonitas de La Rioja, forman una extraordinaria cuadrícula en la que se estudian y cuidan palmo a palmo sus cepas. Un anfiteatro situado en un meandro del río Ebro y protegido por un cerro, convierte a esta finca en un espacio único para el cultivo de la vid.

Contino Viña del Olivo: el vino de finca al cuadrado

Es la prueba patente de porqué esta bodega se mantiene en una privilegiada posición. Auténtico vino de pago, en esta añada 99 se observa un cambio importante. Su espectacularidad, armonía, sedosidad, elegancia y sutileza lo convierten en un vino fino de Rioja, en el que se puede sentir lo mejor de ambos mundos, la modernidad y la tradición. Aparece por primera vez como "genérico", sin indicación de crianza, algo que ha sido muy positivo para el vino, ya que nos enseña sus armas desde el principio. Su producción, 20.000 botellas, dan fe de su exclusividad, una indiscutible joya enológica.

Contino Viña del Olivo nace en la finca del Olivo, la misma que da nombre al vino, en la que el terruño se caracteriza por su composición calcárea. A la excepcional composición varietal, en un 90% tempranillo y un 10% graciano, hay que sumar las excelencias aromáticas del roble elegido: 70% roble francés, 15% roble húngaro y 15% roble americano de Pensilvania, para sumar una permanencia total en barrica de 24 meses.

El resultado, un vino que nos permite percibir y profundizar en los aromas más reales de la zona, en donde la madurez de la uva se expresa de forma sincera e intensa, otorgando al vino el mejor carácter varietal que se busca a la hora de lograr su máximo potencial.

De un color cereza apicotado bien cubierto. Aromas complejos, fino, elegante, muy buena intensidad, frutos rojos y negros muy bien madurados, confitura, regaliz, aceituna negra, minerales, grano de café, tostados, cuero. En boca es potente, elegante, con taninos de gran calidad, predominio de fruta y excelentes maderas. Gran equilibrio, vivo, aterciopelado y final de boca expresivo con notas lácteas, especiadas y de un elegante y largo posgusto.

Un tres lacres en La Guía MMIII, un vino que evoca muchas cosas, de manera pausada, sin gritar, sin tener el volumen subido, sin decir cosas burdas y obvias si no sutiles, de las que te hacen pensar.

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