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Matador - Arte, vino y riesgo

Una revista, un artista de primera línea, un vino de autor, música... Todo eso es Matador: la fructífera y quizás más brillante reunión de vino, arte y cultura que se puede encontrar en España.

Sin embargo, Matador es un mundo íntimo y pequeño. Se nutre de un reducido grupo de socios que una vez al año reciben una revista diferente, un cuaderno de artista (de figuras como Chillida, Valdés, Arroyo, Bourgeois, Scully o, en su última entrega, Hernández Pijuan), una grabación musical y un vino.

El vino lleva el nombre del artista elegido para ese año y una etiqueta diseñada por él. Pero lo que hay dentro de la botella no se parece a nada que circule por el mercado. Su autor intentará ofrecer algo “distinto”, personal y único; un vino que no volverá a hacerse nunca más. Tal es el reto que Matador propone cada año a un viticultor. El mismo reto del que participan los creadores del proyecto y que aceptan sus socios y lectores.

RIESGO Y LIBERTAD

Alberto Anaut, periodista de dilatada trayectoria y antiguo responsable de El País Semanal fundó en 1994 La Fábrica, factoría de ideas pensada para impulsar a creadores de la cultura y cuyo primer proyecto, Matador, vio la luz en 1995. Al principio fue sólo una revista y un cuaderno de artista con un compromiso limitado en el tiempo: una cita anual y tantas entregas como letras tiene el abecedario.

La revista es multidisciplinar y acoge lo mismo ensayo, fotografía, poesía, relatos de viajes, entrevistas... Quiere ser un encuentro de culturas, ideas y tendencias y cada número se plantea en torno a un tema central. Entre otros, se han tratado hasta hora el Mediterráneo, la Península Ibérica, la mente del artista, el caos o el miedo. La última entrega, que se corresponde con la letra “H”, gira en torno a México coincidiendo con su participación como país invitado en Arco donde Matador también está presente.

¿Pero por qué un “matador”? Para Anaut, es un concepto. “Es mucho más que un torero –dice-; es alguien que acepta un riesgo. A nosotros no nos interesan los triunfadores, sino los que se arriesgan, consigan o no sus objetivos; es una visión más interesante y contemporánea”.

El vino entró a formar parte de Matador en el segundo número de la revista, el de la letra “B”. A Chillida, el primer artista que puso su nombre en la botella, le entusiasmó la propuesta. Y Carlos Falcó, a quien se le pidió que ideara un vino para la ocasión, utilizó por primera vez algo de petit verdot, una variedad ajena al viñedo español, pero también bastante rara en el resto del mundo.

La “D” unió en la botella a Arroyo y al enólogo Telmo Rodríguez, que aunque utilizó un vino nacido en la finca familiar de Remelluri para acompañar la etiqueta del artista, ya había abandonado esta bodega para emprender un aventurado y, por aquel entonces, incierto camino en solitario. Nuevamente, el proyecto encandiló a ambas partes. De hecho, algo más a la vinícola ya que Telmo, hoy uno de nuestros hombres del vino con mayor proyección internacional, acabó formando parte del equipo de Matador como responsable de la selección de futuros vinos.
Tal y como lo ve Alberto Anaut, “Matador da a los viticultores la libertad de hacer lo que quizás no pueden por las exigencias del mercado. Me gusta pensar que es la cultura la que les da esa libertad; y eso me parece todo un símbolo”.

EL ARTE A LA BÚSQUEDA DEL VINO

Realmente, el binomio arte-vino no es un fenómeno de hace dos días. Ahí está el ejemplo casi legendario del barón de Rothschild, que convirtió las etiquetas del premier grand cru bordelés Mouton-Rothschild en toda una galería del mejor arte contemporáneo del siglo XX. Muchas bodegas desde entonces han seguido este camino y han basado el prestigio de sus etiquetas en el trabajo creativo de reconocidos artistas, como Vega Sicilia y, sobre todo, Enate en España. La bodega de Somontano, además, al mejor estilo de la famosa Hess Collection californiana, cuenta con una pequeña exposición permanente en sus instalaciones.

Otras firmas vinícolas se han convertido en patrocinadores habituales de eventos culturales, han llevado el vino a las galerías de arte o han acabado integrando las propias creaciones artísticas en el paisaje de barricas de sus cada vez más lujosas instalaciones.

Pero Matador es algo completamente distinto. De entrada, es el mundo del arte el que sale a buscar el vino como parte de una filosofía intregadora y “transversal” que quiere aunar distintos campos. “Lo interesante –recalca Anaut- es unir dos mundos que acaban seduciéndose”. Y puntualiza Telmo Rodríguez: “Casi siempre se ha dado una utilización de la obra de un artista dentro de una relación meramente estética. Matador, en cambio, es una propuesta ligada a un proyecto de artista y, por la parte del viticultor, se hace un vino que no está en el mercado”.

ESOS “OTROS” VINOS

Si hace diez años Carlos Falcó se atrevió con la petit verdot, Álvaro Palacios unió garnacha y cariñena sin apoyarse en ninguna variedad internacional como hace habitualmente en sus tintos de Priorat, Peter Sisseck explotó las posibilidades de un viejo viñedo, Dirk Niepoort dio un último suspiro a unas cepas casi centenarias antes de arrancarlas y los mallorquines de Ánima Negra, en el Pijuan presentado a finales del año pasado, dejaron por primera vez sola ante el peligro a la peculiar variedad local fogoneu.

Lo más curioso es que esos vinos “raros” que normalmente sólo serían apreciados y valorados por un pequeño grupo de expertos y aficionados, llegan a un consumidor no necesariamente apasionado del vino, pero sí abierto de mente y dispuesto a celebrar lo que hay dentro de la botella.

Al final, para 2022 quedará una colección de 28 revistas, 28 cuadernos de artistas y 27 vinos que son elaboraciones únicas e irrepetibles en producciones limitadas que oscilan entre las 2.000 y 3.000 botellas.

Quizás no sea mucho, pero, como dice Anaut, “me gusta la contradicción entre la ambición de la presencia física y los contenidos de Matador, y la idea de que es algo pequeño y que se acaba. No es un proyecto para cambiar el mundo; más bien nos ha cambiado la vida a quienes lo hacemos. De alguna manera, es una obsesión porque hemos volcado aquí parte de nuestros sueños y creo que eso es algo que hemos transmitido a nuestros lectores”.

Lo mismo podrían decir Carlos Falcó, Telmo Rodríguez, Peter Sisseck, Álvaro Palacios, Dirk Niepoort o Francesç, Miguel Ángel y Pere (Ánima Negra) de sus vinos “matadores”.

VINOS “MATADORES”

TodoVino ha seguido con gran interés el proyecto Matador y sus propuestas vinícolas radicalmente originales, hasta el punto de haber entrado a formar parte de él y poder estar en disposición de ofrecer a los socios del club TodoVino un pequeño cupo de esta serie limitada de botellas; oferta que iniciaremos en breve con el Pijuan 2003 Tinto.

No obstante, lo que sigue es una completa “vertical” de todos los “matadores”. Estas notas se tomaron durante una cata realizada en mayo de 2003, salvo la última entrega de la colección, Pijuan, que se probó en febrero de este año.

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