Chocolate con... tintos
El tinto no se considera un maridaje tradicional para el chocolate; al
contrario, era uno de esos matrimonios mal vistos por los sumilleres y expertos.
Pero no hemos podido renunciar a unir dos de las cosas que más nos gustan en el
mundo. Y el resultado ha sido altamente satisfactorio.
Y además enormemente saludable. Si han viajado últimamente por Internet, quizás
estén al tanto del último hallazgo médico de un grupo de investigadores
australianos según los cuales las enfermedades del corazón podrían reducirse en
un 76% si se realiza una comida diaria que incluya siete ingredientes entre los
que se encuentran, ¡atención!, el vino y el chocolate negro.
El resto de la lista incluye pescado, ajo, fruta, verdura y almendras. En
conjunto, una dieta que podría incrementar la esperanza de vida en más de seis
años para los hombres y cinco para las mujeres.
¿Qué tienen en común el vino tinto y el chocolate negro? De entrada, unas
beneficiosas propiedades antioxidantes. En segundo lugar, los mejores
elaboradores de chocolate están comenzando a introducir en sus etiquetas
términos evocadores del lenguaje del vino como es el origen y la variedad. Desde
luego a los aficionados al vino no nos cuesta nada creernos que existen
diferencias entre los cacaos procedentes de Venezuela, Madagascar, Brasil o
Costa de Marfil y la prueba inequívoca es la selección de productos de gama alta
que nos ha facilitado la mítica firma francesa Valrhona (www.valrhona.com) para
esta cata.
Precisamente, Valrhona es la casa que tiene a gala haber sido pionera en la
elaboración de chocolates de alta calidad con un sólido respeto por sus
orígenes. Fue la primera en introducir el porcentaje de cacao en la etiqueta y
en acuñar los conceptos de grand cru y domaine para el chocolate.
Pero vayamos al quid de la cuestión: ¿es compatible el sabor inequívocamente
amargo del chocolate negro con los taninos, a menudo también amargosos, del vino
tinto? La recomendación habitual de los sumilleres ha sido la de acompañar el
chocolate con vinos dulces muy potentes y con grandes concentraciones de azúcar
y alcohol, como es el caso de oportos y banyuls. Esto, al final, deja al
chocolate inevitablemente ligado al postre, cuando su acompañamiento por parte
de vinos tintos le daría una mayor versatilidad respecto al momento de consumo.
¿Seremos capaces de encontrar alguna feliz combinación que nos permita saborear
sin estridencias y en plena armonía algunos de nuestros chocolates y tintos
secos favoritos?
LOS VINOS
Nos hemos permitido jugar con distintas variedades de uva, estilos y zonas
geográficas que aporten distintas percepciones tánicas, estructuras y texturas
en boca. ¿Será mejor un potente tinto de Toro, un goloso monastrell, un firme
cabernet sauvignon o un pulido rioja clásico? ¿Cuáles son los puntos clave de
armonía que ofrecen estos vinos o, por el contrario, cuál es el origen de las
posibles disonancias? La selección que hemos realizado incluye las siguientes
marcas: Hécula 2003 (Yecla), Dido 2003 (Montsant), Enate Reserva 2000
(Somontano), Viña Ardanza Reserva 1998 (Rioja), Alión 2000 (Ribera del Duero) y
Numanthia 2002 (Toro).
LOS CHOCOLATES
Contamos con distintos porcentajes de cacao, entre el 64 y el 70%, pero sobre
todo con diferentes orígenes (grands crus según la terminología que emplea
Valrhona) que pueden dar lugar a distintas sensaciones predominantes: Guanaja
(América del Sur; 70% cacao; gran intensidad aromática), Caraïbe (Caribe; 66%
cacao; sabores a almendras y café tostados) y Manjari (Madagascar; 64% cacao;
acidulado y notas marcadas de frutas escarchadas); y los selectos chocolates de
pago o domaine (y añada): Ampamakia 2004 (Pago del mismo nombre de Madagascar;
64% cacao; intenso, fruta en licor), Gran Couva 2004 (Pago de Trinidad. 64%
cacao; sabor muy redondo, sedoso, sutil), Palmira 2004 (Pago de Venezuela; 64%
cacao; en clave de miel y frutos secos, recuerdos de chocolate a la taza).
¿CÓMO SE HIZO LA CATA?
Fue una cata a “etiqueta descubierta”, ya que lo novedoso del tema y la ausencia
de criterios establecidos sobre este maridaje particular no nos predisponía ni a
favor ni en contra de ninguno de los productos que estaban ante nosotros.
El equipo de catadores estuvo formado por José Luis Casado, Amaya Cervera y
Custodio Zamarra y el procedimiento de cata consistió en probar primero el
chocolate para a continuación –y todavía con algo de este producto en la boca-
degustar el vino para comprobar la asociación de sabores de ambos.
SÍ A LOS TINTOS CON CHOCOLATE
La primera –y feliz- conclusión de la cata fue que el maridaje de tintos con
chocolate negro no sólo es posible, sino que, en algunos casos, hasta resulta
altamente recomendable y satisfactorio. Así que si usted es de los que le
revienta tomar el chocolate con café o con el vino dulce de turno, puede empezar
ya a revisar su bodega.
Le recomendamos, eso sí, que tome nota de algunas de las conclusiones a las que
hemos llegado y que le pueden servir de guía para no equivocarse en la elección.
• Cabernet: la uva más versátil. Si tuviéramos que hablar de un ganador de la
cata, sería la variedad cabernet, responsable en un 100% del Enate Reserva. Ni
sus pretendidos taninos ásperos ni su supuesta carga vegetal dieron la más
mínima nota discordante, Al contrario, la combinación de frescura y estructura
de este cabernet mediterráneo aportó intensidad y complejidad al maridaje hasta
el punto de convertirse en un auténtico postre que aportaba sabores nuevos al
chocolate (herbáceos frescos, anisados y regaliz). Salió airoso en todos los
casos, salvo un leve apunte vegetal al unirse al chocolate Guanaja pero que en
absoluto empañaba el conjunto. La cabernet constituye, sin duda, la apuesta más
segura.
• Gran Couva, el chocolate más vinófilo. La sutilidad y suavidad características
de este chocolate de Trinidad le permitió conseguir más maridajes satisfactorios
que sus compañeros. El Palmira venezolano, con un sabor más clásico, fue el
segundo, mientras que el Manjari de Madagascar, con su exótica nota afrutada que
nos recordaba a la mandarina, consiguió algunos de los mejores maridajes, aunque
tuvo fuertes encontronazos con el Alión y el Viña Ardanza.
• Los taninos de la fruta no molestan. La tan temida incompatibilidad entre el
amargor del chocolate y los taninos amargosos del vino no llegó a producirse
como tal. Sí es cierto que, en alguno de los casos, el chocolate se imponía
sobre el vino o viceversa, pero no tuvimos en ningún momento una percepción
agresiva de los taninos del vino, salvo quizás en la combinación del Alión con
el Manjari. La sensación debía proceder de la particular configuración tánica de
la tempranillo y no tanto de la potencia del vino, ya que un tinto tanto o más
corpulento como el Numanthia se maridó perfectamente con este chocolate.
• La extraña relación entre el chocolate y el alcohol. Nos pasó con el potente
Numanthia y de forma curiosamente bastante dispar. Combinado con el Caraïbe, un
chocolate con pronunciadas notas de frutos secos, daba una sensación
especialmente ardiente en boca, pero con el Ampamakia, con predominio de las
notas de fruta en licor, el chocolate suavizaba el vino y reducía su calidez y
sensación alcohólica. Con el resto de chocolates, los maridajes del toro fueron
perfectos e incluso excelentes.
• Los vinos afrutados, una buena elección. El chocolate, en general, agradece el
aporte de frescura que aporta la fruta y la acidez del vino. No queremos decir
con ello que haya que elegir vinos jóvenes, ya que todos los que catamos tenían
participación de la madera en mayor o menor medida, pero sí percibimos un
especial aporte de frescura en el caso del Hécula y el Dido, los más frutales
del grupo. El primero se reveló como un buen acompañante, en especial para el
Manjari, el Ampamakia y el Guanaja, mientras que el segundo, además de
acompañar, aportaba riqueza aromática y una cierta complejidad. Los mejores
maridajes del Dido fueron con el Gran Couva, Caraïbe y Palmira, por este orden.
• Notas balsámicas + chocolate negro = aftereight. De forma similar a como
actuaba la fruta, aquellos vinos en los que aparecían notas balsámicas (en
especial Enate, Dido y Hécula) aportaban frescas sensaciones de bosque. La
combinación entre éstas y el amargor característico del chocolate daba un sabor
final muy parecido al de los famosos bombones de menta y chocolate, los
aftereight.
• No a los vinos que potencian las largas crianzas y la reducción. No se les
ocurra malgastar un Viña Ardanza u otro rioja clásico intentando maridarlo con
el chocolate negro (el bouquet de estos grandes clásicos siempre supera el del
chocolate). La única combinación algo afortunada fue con el Caraïbe,
probablemente por el predominio de frutos secos de este chocolate que
armonizaron mejor con los taninos de la madera. En el resto de los casos de
repetía una misma evolución en boca: el vino aguantaba en entrada para luego
desvanecerse totalmente; también a veces se percibía una nota discordante de
acidez o chirriaba el amargor de la madera.
Fue todo un alivio comprobar que los excelentes chocolates ofrecidos por
Valrhona –capaces, por otro lado, de satisfacer con creces las máximas
aspiraciones del aficionado más sibarita (o el “chocohólico”, como les gusta
decir a ellos en su web)- podían ir perfectamente de la mano con una importante
variedad de tintos españoles.
Aunque el gran descubrimiento fue la diversidad de sabores que pueden aportar
los distintos tipos de chocolate, siempre dentro del concepto de chocolate negro
de alta calidad. Esto abre un inagotable campo de experimentación repleto de
múltiples variables y posibilidades, suficiente para mantenerse ocupado con el
tema mucho más allá de las fechas navideñas.
Si están pensando en convertir la experiencia en hábito y volviendo al estudio
australiano al que aludíamos al inicio del artículo, las cantidades diarias de
consumo recomendadas por éste son de 150 ml. de vino y 100 gramos de chocolate
negro.
Autor: Amaya C.
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